El karma es una ley de acción y reacción
Según los hindúes, el karma es una «ley» de acción y reacción: a cada
acción cometida le corresponde una reacción igual y opuesta.
El
encargado de hacer cumplir esta ley sería el omnisciente dios invisible Iama
Rash (el ‘rey de la prohibición’) y sus monstruosos sirvientes invisibles, los
iama-dutas (‘mensajeros de Iama’).
Después
de que una persona abandona su cuerpo al momento de la muerte, los iamadutas le
arrastrarían hasta la morada de Iamarásh, donde es juzgado duramente de acuerdo
con las acciones, registradas una por una en el libro de la vida, que recita
Chitra Gupta, el secretario de Iamarash.
Según
Yogananda, las explicaciones mitológicas serían la forma de explicar ciertas
energías a personas sin educación, generalmente analfabetas, de forma que las
diversas formas de energías astrales, invisibles y no registrables por los
instrumentos actuales, se personalizarían y explicarían como si fueran dioses,
semidioses, demonios, etc.
El
karma sería el «ojo por ojo y diente por diente» bíblico, pero no como invitación
a nuestra venganza, sino aludiendo al castigo de las leyes divinas.
Para
el hinduismo, el castigo de las malas acciones puede recibirse en este mismo
planeta, además del infierno —si la persona realizó muchísimos pecados,
infierno, que en el concepto oriental no es eterno).
Igualmente,
el premio por las buenas acciones puede recibirse en este mismo planeta, además
del cielo (con diversos planos separados) al que va la mayoría, según Yogananda
y que en el concepto oriental tampoco sería eterno, sino un periodo de descanso
del alma tras cada vida física.
El
karma sería la explicación filosófica que encontraron los orientales para
entender por qué —si se supone que Dios es justo— a veces a las personas buenas
les suceden cosas malas y a las personas malas les suceden cosas buenas.
Cada
uno estaría pagando acciones que no recuerda, porque las cometió en vidas pasadas.
Según
el Vedānta sūtra las reacciones del karma no se reciben en esta misma vida.
Ante
la pregunta de por qué a veces sí se ve sufrir a un criminal en esta misma
vida, los hinduistas sostienen que en realidad estaría sufriendo las reacciones de
una vida anterior, o bien pagando el karma de acciones realmente perversas en
la misma vida, pues Yogananda dice que las acciones de extrema maldad suelen
recibir el castigo en la misma vida.
Si el
karma que tenemos acumulado es de muchas vidas, una sola vida no bastaría para
«pagarlo» y «recogerlo» todo en una sola vida, sino que también se necesitarían
varias.
Si el
premio o castigo viniera automáticamente poco después (a los pocos
meses/días/minutos) el karma sería evidente y no seríamos libres, o no tan
libres.
Por
tanto castigos y premios pueden venir muchos años después o muchas vidas
después, cuando las condiciones son propicias, también según Yogananda.
Según
el hinduismo, Dios es neutral, y ha dejado a los semidioses la ejecución de la
ley del karma, con sus premios y sus castigos. En cambio, según Yogananda, no
habría ministros para ejecutar la ley del karma, sino que ésta se ejecutaría a
sí misma como ley cósmica, astral o espiritual de forma automática.
Lo
bueno o malo que le sucede a un ser humano no sería algo debido a la voluntad
de Dios o las deidades (que es siempre amorosa), sino el resultado de los
propios actos.
La
explicación del karma dentro de las doctrinas budistas es diferente de la
hinduista. El karma no sería una ley de causa y efecto que implicaría la
existencia de dioses invisibles encargados de hacerla cumplir, sino una inercia
natural.
Por
ejemplo, si una persona roba un banco y tiene éxito, es muy probable que vuelva
a robar, y si una persona ayuda a un anciano a cruzar la calle, entonces es muy
probable que esa persona siga ayudando a otras personas.
En
ambos casos, si la experiencia no produjera buenos resultados, entonces la
inercia se haría menor (el ladrón robaría menos y el filántropo ayudaría
menos).
Cuando
un sujeto roba un banco, esta acción quedará registrada en su mente alterando
el flujo de ésta, y provocando en él una percepción errónea de la realidad
(«tengo derecho a tomar sin permiso las cosas que necesito»).
En
realidad este proceso sería subconsciente. Estas percepciones erróneas le
condicionarán a sufrir más adelante, pues crean un estado mental propenso a la infelicidad.
El
karma no sería entonces una recompensa o un castigo mágico a las acciones sino
simplemente el hecho de que las acciones humanas tienen consecuencias tanto
externas como mentales.
Según
otra interpretación del karma más bien serían las dos cosas juntas, es decir,
habría castigo y premio, pero no de forma mágica, sino mediante consecuencias
automáticas de las acciones, en un concepto que implica la reencarnación,
siempre unida al karma.
Según
el budismo, al comportarse de acuerdo con el karma, la persona debería tomar
conciencia de que la búsqueda de la venganza y el mal traerán graves
consecuencias en la vida diaria y en las vidas futuras.
Esto
permitiría aprender del sufrimiento, dominarlo y sacar provecho de él en
términos espirituales para llegar al desarrollo de una vida más plena.
Puesto
que todo acto tiene origen en la mente, el budista debe vigilar sus
pensamientos y sus palabras, ya que también pueden producir bien o mal.
Cada
acción y palabra, buenas o malas, sería un búmeran que a veces vuelve en la
misma vida y a veces en una vida futura.
El
karma puede ser explicado como un fenómeno análogo a la inercia. Según esta
visión, el individuo genera tendencias a través de sus causas.
Un
pensamiento, palabra o acción intencional, si se repite, se convierte en
costumbre y condicionará una tendencia en el mismo sentido. En el futuro, las
causas no necesariamente serían intencionales, sino que estarían influidas por
causas previas.
En
este sentido, el karma constituye una influencia inconsciente, condicionante
pero no determinante, pues somos siempre libres y podemos contrarrestar
nuestras influencias o tendencias negativas. Aunque sean escasos en porcentaje,
tenemos numerosos ejemplos de personas que han cambiado radicalmente de vida.
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